miércoles, 23 de abril de 2014

CIENTO TREINTA Y OCHO

Ayer en el AVE de vuelta a Madrid tuve ocasión de echar un vistazo a un periódico mientras tomaba una infusión, en la cafetería.
Me detuve en un artículo sobre la ablación. La genital. Y lo leí. Incluía una fotografía de dos chicas negras que sostenían en brazos a la hija de una de ellas. Estas dos chicas, mujeres, siendo niñas habían escapado de su casa para que alguien les cortara y eliminara el clítoris. Su madre no quería que sus dos hijas pequeñas pasaran por ahí porque otra de sus hijas había tenido "una fístula durante el parto a consecuencia de la ablación". Vaya, qué considerado por su parte, pensé. 
Las niñas querían ser como las demás, que las mutilaran. Y escaparon para conseguir su propósito. 
No lo consiguieron porque alguien (no se sabe quién) las convenció finalmente para que no lo hicieran. 

Cuesta entender todo este proceso, ¿verdad? Yo me hago muchas preguntas. ¿Cómo es la realidad de esas crías para que con esa determinación quieran someterse a algo como eso con voluntad propia? ¿Quién tuvo que "convencer" a las dos niñas? ¿Qué pinta la madre en todo esto? ¿Desde cuándo dos niñas toman decisiones como esa sobre su cuerpo? ¿Quién, en la sombra, intentaba convencerlas de lo contrario?

En fin, nada de esto es nuevo. 

Lo que me llamó la atención no fue el tema. Ni la forma de tratarlo (claramente adoctrinante y condescendiente). Lo que me sorprendió fue que al acabar de leerlo no se había mencionado ni una sola vez la verdad de las consecuencias de la ablación genital en una mujer: la imposibilidad de sentir un orgasmo. 

Después de leer la publicación yo (y cualquier lector) tenía claro que las consecuencias de esa "operación" son única y exclusivamente riesgos de tipo sanitarios, o médicos: fístulas en un futuro, infección generalizada debido al medio insalubre y al cuchillo (sí, llamémoslo cuchillo, y no instrumental) que se usa sin desinfectar, contagio de SIDA u otras enfermedades, hemorragias. 

Vamos, que el problema es que no se toman medidas de higiene.

Proporcionad alcohol, gasas estériles e instrumental adecuado, agujas, hilo, y algo de propofol como oferta de bienvenida y muestra de buenas intenciones, y adelante.  Con este panorama parece que se puede incluir la mutilación genital entre los servicios proporcionados en cualquier clínica médica. 

¿Qué nos pasa? ¿Por qué no se habla de lo realmente importante? El problema de extirpar el clítoris y los labios genitales a una mujer no son los riesgos de contraer SIDA, morir por septicemia o por una hemorragia o sufrir de fístulas en un futuro. Ese es el problema de operar en condiciones pésimas, insalubres y clandestinas (los abortos que se van a realizar en España con la nueva ley, por ejemplo, conllevan esos riesgos y problemas).

El problema, el auténtico problema no es ese, de ninguna manera. El problema verdadero, y del que nadie habla ni menciona cuando se trata este tema, es que la ablación genital es una agresión física a una menor cuya trágica consecuencia es que la condena de por vida a ser únicamente instrumento de placer, pasivo, y no activo. O dicho de otro modo: a no sentir nada. Bueno, peor: a sentir dolor. Porque esa es otra. No sólo privan a las niñas de una parte de su cuerpo tan útil y necesaria como la mano derecha o la cabeza, sino que encima las condenan a sufrir de dolor terrible cada vez que un hombre quiera usarlas de contenedor. 

Y todo eso, la mutilación, además, lo hacen de forma cruel, cutre, sucia e inhumana. Pero vamos, que ese debería ser otro tema. 

¿Y el orgasmo? ¿Y el placer? ¿Eso no cuenta? ¿Eso no se menciona? ¿Sigue siendo un tabú el orgasmo femenino? 

Si el problema son las infecciones, entonces con proporcionarles antibióticos es suficiente, no necesitan nada más. Y que sigan cortando. 

El periódico del que hablo es de aquí, de España, no de África. Y eso es lo que me preocupa.

lunes, 7 de abril de 2014

CIENTO TREINTA Y SIETE

No anuncio eventos por aquí, pero esta vez hago una excepción. Vamos a compartir poesía, mañana, en La Inquilina, calle Ave María. Noche poética contra el asma. A partir de las nueve de la noche...


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